domingo, 25 de noviembre de 2012
Desencanto
Mi príncipe soñado,
el que palpité de lejos,
se hundió en el fango
disolvió la sed de dicha.
Es que era un hombre,
tan sólo un hombre,
inexistente,
tallado por el afán de mi locura.
Hasta su nombre
perdió ilusión en mi boca;
y el sinsentido fue buscarlo
y no dejar que surja
como el sol, como la tarde,
en la realidad misma.
Cuerpo estelar
Una dádiva de sol asoma
sin traspasar
las ventanas.
El patio húmedo
espera en silencio,
la mirada
de algún rayo de luz
que lo eleve.
Hasta los pájaros
rehusan a su canto
esta mañana.
Quizás no esté bien
mendigar
lo que en otros lugares
hoy, es un derroche,
pero necesito
del astro poderoso
que rige como marionetas
nuestras vidas
transformándolo todo.
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